Empecé mi experiencia de voluntariado en esta situación de pandemia casi desde el primer día de confinamiento. He intentado ayudar desde cualquier sitio que hiciese falta, ya fuera preparar lotes de alimentos, entregarlos, hacer reparto a personas vulnerables, participar en el albergue social, básicamente, donde hiciese falta. Si que es verdad que conforme van pasando los días muchos voluntarios empiezan a quedarse en casa, ya sea por miedo, porque se han enfermado o cualquier cosa, que es totalmente comprensible ya que es una situación bastante delicada, aun así, el voluntariado es muy fuerte y siempre hay manos para intentar aportar nuestro granito de arena.
El brote de coronavirus ha cambiado mi vida diaria casi por completo, no puedo realizar mis clases con normalidad, practicar deporte en el exterior como suelo hacer, el voluntariado que realizaba por las tardes con los infantes de Cruz Roja, básicamente lo único que mantengo igual son las tardes/noches.
Durante esta cuarentena y situación de crisis estoy aprendiendo que necesitamos muy poco para ser feliz, ya nada piensa en viajes que hacer, que plan hacer el finde, donde ir a comer o cenar, la mayoría ansiamos pasar un rato con nuestros seres queridos que hace semanas que nos vemos y disfrutar de su compañía y amor.
Siendo voluntaria el mayor desafío que nos enfrentamos es poder abastecer y acompañar a todas aquellas personas que más lo necesitan, ya lo dice el eslogan de cruz roja, al lado de los que nos necesitan. Hay muchas personas que están pasando una mala situación, ya sea económica o social y muchas entidades que antes ayudaban a esas personas están cerradas, así que tenemos mucho más terreno que abarcar con unos recursos escasos, pero aun así lo lograremos.