Los cinco desafíos mundiales

¿Por qué la Estrategia 2030?
Los cinco desafíos mundiales
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Implementación de la consulta sobre la Estrategia 2030
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¿A qué debemos darle prioridad esta década?

Los cinco desafíos globales que han surgido en las consultas de la Estrategia 2030 representan el balance entre riesgos persistentes y emergentes que son de alta relevancia para nuestra misión y alcance de influencia. Estos están fuertemente entrelazados y fueron influenciados en su mayoría por el análisis de tendencias futuras realizado el año pasado. .

Cambio climático
El cambio climático constituye un riesgo significativo para la humanidad que tiene ya incidencia en casi todos los aspectos de nuestra labor, entre otras, las actividades relativas a salud, alojamiento provisional y de emergencia, medios de vida y reducción del riesgo de desastres. Favorece el aumento de la frecuencia, la intensidad y el carácter impredecible de los desastres y otras amenazas, previéndose que acelerará el ritmo de desplazamiento en regiones densamente pobladas. Las repercusiones de este fenómeno podrían tornarse más complejas y verse agravadas por la pobreza, las enfermedades, los desplazamientos y los conflictos, además de combinarse con la urbanización y el crecimiento demográfico, con una consiguiente elevada presión sobre los escasos recursos naturales, entre otros, la demanda de agua y alimentos. Es necesario que el mundo modifique las actividades que contribuyen al cambio climático se adapte a los riesgos ya existentes y a aquellos que generará. Se tornará cada vez más importante nuestra función en la atención a las necesidades de las personas vulnerables que se ven afectadas por el cambio climático y en los esfuerzos para concederles visibilidad. Hemos de anticipar y estar preparados para intervenir ante emergencias tanto de dimensiones locales como de gran envergadura, y catástrofes ya sea predecibles o inesperadas. Será necesaria la inversión de esfuerzos concentrados en la reducción de la vulnerabilidad de las personas ante las consecuencias a largo plazo derivadas del cambio climático que supongan un peligro para el desarrollo, la reducción de la pobreza y la seguridad alimentaria e hídrica.

En el próximo decenio nuestro empeño deberá estar orientado a la reducción de las repercusiones humanitarias existentes y futuras conexas al cambio climático y al apoyo de las personas para que prosperen en medio de este contexto..

No cabe considerar el cambio climático como un fenómeno aislado. Será necesario incorporar en todos nuestros programas y operaciones la gestión de riesgos climáticos – incluidas actividades de adaptación, mitigación y atención a las causas subyacentes que impulsan la vulnerabilidad. Es necesaria la integración de modelos de acción temprana, pronósticos científicos, y otras innovaciones que nos permitan mejorar nuestras intervenciones. Es necesaria también la adopción de mejores prácticas de gestión ambiental y soluciones sustentadas en la naturaleza en los enfoques destinados a abordar la exposición a riesgos y la vulnerabilidad de las personas.

Con el fin de ampliar la incidencia en todos los ámbitos de nuestra labor, promoveremos y fortaleceremos nuevos y diferentes tipos de asociaciones de manera que aprovechemos pericias, esferas de influencia y conocimientos científicos nuevos. Ampliaremos las actividades de diplomacia legislativa, fortaleceremos el marco de intervención respetuosa del medio ambiente de las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y nos esforzaremos por reducir nuestra huella ecológica.

Crisis y desastres
En el siguiente decenio, se prevé la intensificación tanto de la frecuencia como de la gravedad de los desastres a medida que aumente la temperatura del planeta y suscite fenómenos meteorológicos más frecuentes y agudos. Aunque desde 2010 se observa una disminución de los conflictos de gran escala entre Estados, se registra un aumento de otras formas de conflicto y violencia. El complejo entramado de factores políticos subyacentes a esas situaciones supone, a su vez, que las crisis humanitarias que desencadenan pueden perdurar por largo tiempo.

Con creciente frecuencia se observa que los desastres y las crisis se concentran en contextos complejos. Se estima que hasta 2030, casi la mitad de las personas pobres del mundo vivirán en países afectados por situaciones de fragilidad, conflicto y violencia – principalmente en África y Oriente Medio. La vertiginosa urbanización en África, América y Asia trae aparejado un corolario de riesgos de desastres y violencia en las ciudades. Se teme que, en el curso del próximo decenio, una de cada tres habitantes de zonas urbanas viva en algún momento en asentamientos informales y sufra de acusadas privaciones. Además de los tradicionales factores desencadenantes de desastres y crisis, la creciente dependencia en la tecnología entraña nuevos riesgo y vulnerabilidades, tales como un repentino colapso tecnológico, además de inesperados – e imprevistos- riesgos cibernéticos y digitales.

En el próximo decenio hemos de concentrar nuestra atención en la mitigación de las vulnerabilidades y desventajas derivadas de todo tipo de crisis y desastres que afectan a todas las personas, en particular las más vulnerables. De manera que les sea posible prosperar.

Integraremos los programas encaminaos a la reducción del riesgo de desastres y la intervención en todos los ámbitos de actividad, incluidos el cambio climático, la migración, la seguridad alimentaria, los medios de vida, los entornos urbanos, la salud, y la vulnerabilidad digital para velar por una labor integrada, en particular en contextos frágiles y de in crisis. Mantendremos en el centro de nuestro enfoque a las personas más marginadas, con inclusión de las mujeres, y velaremos por la protección y el acompañamiento de los grupos vulnerables a los que prestamos servicios.

La red mundial mejorará su capacidad para anticipar riesgos y mantenerse en constante estado de vigilancia para velar por que sus intervenciones sean más rápidas, eficaces y eficientes, y apoyará la función rectora de las personas y las comunidades en los esfuerzos de preparación e intervención. Se promoverá de manera constante enfoques, tales como los de programas de transferencias monetarias, que favorezcan opciones constructivas por parte de las personas afectadas por crisis.

Salud
No obstante, persiste una compleja combinación de riesgos interconectados que afectan la salud y el bienestar de las personas. Las enfermedades contagiosas persisten como uno de los principales problemas de salud pública en el mundo. Los cuadros de salud cambian bajo los efectos del cambio climático y e la más elevada exposición a toxinas y fuentes de contaminación ambiental. Los cambios demográficos son factores coadyuvantes pues el envejecimiento de la población entraña una mayor dependencia en servicios de salud que no siempre existen. Las enfermedades no contagiosas constituyen también creciente motivo de preocupación de salud pública en un número cada vez mayor de países. Para miles de millones de personas, el acceso a fuentes de agua salubre y servicios de saneamiento básico planea aún inaceptables dificultades.

. Si se considera n conjunto estos factores, se desprende que la humanidad se encuentra expuesta a un riesgo sin precedentes de una epidemia o una pandemia mundial. Además, más de mil millones de personas habitan lugares sujetos a crisis prolongadas y dotados de deficientes servicios sanitarios en los que permanecen sin acceso a atención básica de salud. Los problemas de salud mental, tales como la depresión y los estados de ansiedad, imponen creciente presión sobre las comunidades y los sistemas de salud. A ello se suma e fenómeno de la soledad como tema de gran preocupación en salud pública, vinculado en parte con la creciente dependencia de la tecnología.

Muchos países enfrentan el abrumador desafío de la gestión de costos de la atención sanitaria en espiral ascendente. Se estima que la significativa escasez de trabajadores de la salud (que se prevé rondará los 18 millones de personas en 2030) afectará la prestación de servicios sanitarios a todo nivel.

En el próximo decenio hemos de concentrar nuestra atención en medios encaminados a velar por que, en todos los países, las personas gocen de acceso seguro y equitativo a servicios de salud, suministro de agua, saneamiento y cuidados.

Intensificaremos las actividades relativas a salud comunitaria y aumentaremos la cantidad de agentes de salud comunitaria de las organizaciones de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, además de apoyar a las Sociedades Nacionales para que aprovechen su función en calidad de auxiliares de los poderes públicos para desplegar recursos que respalden las estrategias nacionales de personal sanitario.

Ampliaremos los programas integrados de salud y atención, agua, saneamiento e higiene para satisfacer las necesidades de los grupos vulnerable o marginados, con inclusión de las mujeres. Dedicaremos, asimismo, inversiones significativas a la preparación para epidemias y pandemias. Por conducto de los voluntarios, campañas y otros cauces, ampliaremos y fortaleceremos los esfuerzos destinados a favorecer estados de salud mental y bienestar positivos y a abordar los riesgos de enfermedades no contagiosas y sus repercusiones, en particular en las comunidades vulnerables.

Colaboraremos con asociados para velar por que las personas gocen de acceso a la atención sanitaria que requieren a un precio abordable.

Migración e identidad
Uno de los rasgos distintivos del siglo XXI . Desde 2000, la cantidad de personas migrantes en el mundo ha aumentado conforme al crecimiento demográfico. Se prevé un constante incremento de la cantidad de personas impulsadas a migrar por conflictos, condiciones de pobreza y la falta de oportunidades de empleo de calidad. Además, el cambio climático tornará inhóspitas ciertas regiones y suscitará desplazamientos masivos de población.

En el proceso de desplazamiento, las personas se ven expuestas a elevados riesgos, entre otros, la explotación y el abuso sexuales por parte de traficantes y otros grupos delictivos, además de privaciones derivadas de políticas que limitan el acceso de estas personas a servicios y atención básicos. Los riesgos son, si cabe, más agudos para las personas apátridas y quienes carecen de documentos oficiales que prueben su identidad.

Se instrumentaliza también a la migración como un medio para atizar las tensiones y la xenofobia en ciertos países. Se la toma como la causa de la marginación económica y social y se la denigra en debates y elecciones de carácter político. A menudo, tanto en las comunidades de migrantes como en las comunidades de acogida, ello suele ir acompañado de estrés y preocupaciones con respecto a la identidad, el cambio del tejido social y la constitución de la sociedad y el sentido de “pertenencia” en la comunidad.

Deseamos que las personas que migran gocen de seguridad y reciban un trato humano y digno. Deseamos que todas las personas gocen del apoyo que necesitan para prosperar en sociedades inclusivas.

Ampliaremos el apoyo que prestamos a las personas migrantes en todas las fases a lo largo de las principales rutas migratorias, entre otros, mediante la promoción de la protección de los grupos vulnerables, tales como las mujeres, los niños y los refugiados. Ello abarca, asimismo, la intensificación de las actividades encaminadas a favorecer y promover la inclusión y la cohesión sociales, reconociéndose que se trata de cuestiones vinculadas con el bienestar y la prosperidad de las personas en las comunidades de origen y de acogida. Concederemos particular atención a la interacción entre cambio climático y migración, sin olvidar que millones de personas podrían verse forzadas a migrar en el curso del próximo decenio si sus regiones de origen ya no fueran habitables.

Mejoraremos la labor que desempeñamos en contextos transfronterizos, mediante el impulso a programas y sistemas de información que favorezcan mayor conexión entre países, Sociedades Nacionales, y a lo largo de las rutas migratorias.

Nos empeñaremos en que nuestros programas reflejen la realidad de las sociedades que nos rodean y en que ello quede también reflejado con mayor diversidad y sentido de inclusión en el cuerpo de voluntarios y el personal que colabora con la organización. Demostraremos una firme postura, haremos escuchar nuestra voz y actuaremos de manera que ejerzamos influencia en políticas y diálogos nacionales, regionales y mundiales para abogar en favor un mundo más inclusivo.

Valores, poder e inclusión
Las tensiones atizadas por valores se manifiestan de diversa manera en distintos lugares y generan “líneas de falla” al interior de países, regiones y comunidades y entre estos. Dista de ser equitativa la distribución de los beneficios del progreso económico y tecnológico y, ante el ritmo de cambio, muchos sistemas políticos, regulatorios y de bienestar social no logran dar abasto, causando divisiones y enconando el malestar. Las repercusiones de la mundialización y la creciente desigualdad generan un rechazo del elitismo y atizan fenómenos de populismo, nacionalismo, y enfrentamientos de orden cultural y religioso.

Muchas voces antes acalladas y marginadas reclaman su participación y su inclusión en procesos de decisión. En algunos países, las políticas y elecciones internas se ven influencias por reivindicaciones de reconocimiento respeto de los derechos y la igualdad de todas las personas, independientemente de su sexo, raza, origen étnico, religión, género u orientación sexual.

Se coloca en entredicho la función de consabidas instituciones, pues las personas se niegan a que nadie se exprese en su nombre y se muestras menos dispuestas a conformarse y confiar en el status quo; exigen que los gobiernos y las instituciones cambien y actúen con mayor transparencia y responsabilidad. El sistema multilateral sufre crecientes embates y algunos gobiernos asientan su soberanía y ponen en tela de juicio, e incluso rechazan, la influencia externa. Se observa, asimismo, una marcada reducción del espacio que ocupaban la sociedad civil y la labor humanitaria sustentada en principios, que incluso se ve amenazada o criminalizada en algunos lugares del mundo.

Deseamos proteger y promover nuestros valores y principios humanitarios que alientan un cambio positivo y esperanzador para la humanidad.

Los programas ampliados de educación humanitaria se concentrarán en contrarrestar el creciente sentimiento antihumanitario, la xenofobia y la polarización, además de conceder mejor acceso a la educación a quienes han debido interrumpirla debido a guerras, desastres o desplazamientos. Nuestros programas de educación prepararán a las personas para hacer frente a los desafíos del siglo XXI y para aprovechar las oportunidades que este ofrece .

Se extenderá también las iniciativas encaminadas a la promoción de la inclusión y la diversidad en las oportunidades, la representación y los procesos de decisión tanto dentro de nuestras organizaciones y de la red de colaboración como en la sociedad en general. Se concederá particular énfasis a la equidad en materia de género.

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